Análisis: Bayonetta 2

Este verano me he comprado una WiiU. Me he aprovechado una vez más de mi reciente paternidad y que el catálogo de WiiU tiene unas cuantas joyitas imprescindibles para que el pequeño Galious se inicie en el hobby machacamandos de su padre cuando crezca un poquito. Así he conseguido el beneplácito de mi señora esposa para meter otra consola más en casa y, antes de pensar ni siquiera en comprar algún Amiibo, me he puesto enseguida con el título que más me apetecía de todos los disponibles para la sobremesa de Nintendo. Tenía que ser Bayonetta 2.

El primer Bayonetta está en un puesto bastante alto de mi top personal de la pasada generación. Le dediqué más de 40 horas, me lo pasé en todos los niveles de dificultad posibles, completé todos los portales, desbloqueé todas las armas y vestiditos y conseguí el preciado trofeo de Platino, un logro que en mi palmarés personal lo coloco justo después de haberme pasado el Alex Kidd in Miracle World de Sega Master System. Aún así, no cogí un cabreo a lo járcor gamer cuando se anunció que Bayonetta volvía de forma exclusiva para WiiU… Y ahora creo que lo hice porque sabía que, tarde o temprano, acabaría metiendo una en casa. Y así ha sido.

Con Bayonetta 2, Platinum Games ha decidido seguir a rajatabla el sabio proverbio de “Si algo está bien, no lo toques” y ofrecen una propuesta absolutamente continuista de la primera parte. La protagonista se maneja de forma idéntica que en la anterior entrega y las novedades introducidas se pueden contar con los dedos de una mano, supongo porque los desarrolladores tenían clarísimo que el público objetivo de esta secuela éramos los que disfrutamos del primer Bayonetta y por eso no se andan por las ramas: nada más se empieza la partida ya estamos metidos en vereda, con un simple pantallazo sobre el uso de cada botón como único tutorial, y a los pocos minutos ya estamos invocando demonios gigantescos mientras viajamos a lomos de un caza de combate en uno de los prólogos más difíciles que recuerdo haber jugado en un videojuego.

Repetimos técnicas, repetimos combos, repetimos planteamientos jugables, repetimos mecánicas, repetimos escenarios, repetimos enemigos, repetimos inventario, repetimos personajes secundarios, repetimos homenajes a SEGA… Y sin embargo no me ha importado una mierda. Cuando llevaba hora y media jugando me dí cuenta que había disfrutado mucho más esos 90 minutos que las 40 horas que llevo dedicadas a The Witcher III (sin que esto signifique que el rolazo del brujo no me gusta). En Bayonetta 2 todo me resulta demasiado familiar al primero pero a la vez es (casi) todo nuevo: aparecen muchos enemigos celestiales nuevos y, además, también nos tocará pelear con criaturas infernales. Visitamos nuevos escenarios pero también revisitamos zonas que aparecían en la primera parte. También el argumento de la primera parte está sorprendentemente ligado con los acontecimientos de la secuela, en un giro bastante interesante y mejor resuelto de lo que se me habría ocurrido pensar. Sí, como en Bayonetta hay saltos en el tiempo, flashbacks y marcianadas varias, pero podría haber sido mucho peor.

Sin embargo, he tenido la impresión que la dificultad es menor a la de la primera parte, aunque a lo mejor eso sea debido al empacho de horas que le dediqué al primero y que ya tenía la faena medio hecha al enfrentarme a esta secuela. Lo que sí es seguro es el descenso del nivel de picante: para ser una Chica Nintendo como Peach, Zelda o Samus, Bayonetta ha moderado sus poses y su lenguaje y ya no es tan brujita descocada como en la primera parte. Será el corte de pelo, pero basta ver como el PEGI ha pasado de +18 en el primero a +16 para el segundo. Pero, seamos sinceros, eso no resta ni un ápice a la calidad del juego.

Cuál fue mi sorpresa al ver que se habían atrevido a incluir un multijugador online a Bayonetta. Consiste en colaborar con otro jugador en seis combates contra enemigos controlados por la CPU. Al final de esos seis asaltos, el jugador con mejor puntuación se lleva un premio en halos, la moneda utilizada para conseguir objetos en la tienda del juego. Mayor fue mi sorpresa al ver que, en menos de un minuto de intentar probar el online ya había otro jugador para echarnos una partida juntos. Al final va a resultar que no tener ni Minecraft ni Call of Duty para WiiU sirve para que la gente pruebe otros juegos. El Clímax Múltiple (así se llama el modo online) no solo es divertido al respetar la mecánica del juego, también es una forma más rápida de ganar halos que rejugar los distintos capítulos del juego. Porque para desbloquear todo lo desbloqueable hay que jugar mucho. Pero mucho, mucho… Y es difícil decidirse por uno de los objetos que dan habilidades extra cuando por el mismo precio tenemos un buen puñado de disfraces basados en personajes de Nintendo.

Ese es otro motivo por el que me encanta Bayonetta. No hay DLC, no hay Amiibos que desbloqueen extras. Todo lo que ofrece el juego está al alcance de tu habilidad a los mandos. No hay ni siquiera un capítulo tutorial. Como antes. Y encontrar un juego así entre tantos anuncios de DLC’s gratuitos al reservarlo en X tienda resulta casi un alivio. Ver una compañía que conserva una forma quizás menos lucrativa que desguazar un juego y venderlo a cachitos es algo que hace que perviva un poquito mi fe en los desarrolladores de videojuegos, algo que está bajo mínimos hace ya bastante tiempo.

A estas alturas me parece ridículo intentar convencer a alguien de que le dé una oportunidad a Bayonetta. Se podía encontrar a precio irrisorio para PS3 y Xbox360 y quien no lo ha probado es simplemente porque no le ha salido de los cojones. Este análisis solo es para confirmar a muchos lo que seguramente ya sospechaban: Bayonetta 2 es un juego totalmente a la altura de su predecesor. Y no solo eso: si eres de los que se arrepintieron de no tener una Dreamcast para jugar a Shenmue o de no tener una GameCube para jugar a Eternal Darkness, quizás algún día te arrepientas de no haber tenido una WiiU para jugar a Bayonetta 2.