Hace unas semanas, Jordi de Paco explicaba en una de sus charlas celebradas durante la Málaga Jam cómo había sido el recorrido de Deconstructeam. En su ponencia compartió que durante los primeros años trataron de optimizar sus recursos focalizándose en diseñar los juegos que «parecían funcionar mejor» con el público del momento. Este enfoque era fuente de frustración y miserias, ya que ni el proceso era especialmente enriquecedor, ni los resultados posteriores eran para tirar cohetes.
Según él mismo comentaba, en determinado punto de su trayectoria, después de demasiado tiempo conviviendo con la ansiedad y la incertidumbre, decidieron que era hora de cambiar de estrategia y optaron por un enfoque distinto que hacía oídos sordos a lo que una intuición marcada por la optimización del tiempo parecía indicar. Fue así como salieron juegos como Behind Every Great One, Eternal Home Floristry o The Bookshelf Limbo. De Paco explicaba que cada vez que salía uno de esos títulos y generaba buenos resultados, se focalizaban en crear algo diagonalmente distinto. En lugar de exprimir la idea hasta agotarla, la dejaban tranquila y se centraban en experimentar con otras maneras de hacer. Desde este enfoque, el éxito se medía en función de la gratificación personal que había generado el desarrollo del título, y no en cifras de ventas. Y, sinceramente, esta reivindicación me pareció tan temeraria y rebosante de libertad que no he dejado de pensar en ello desde entonces.
En esta era de la precarización y la incertidumbre, percibimos todas nuestras acciones como potencialmente comercializables, como posibles oportunidades, como la promesa de que, si nos esmeramos lo suficiente y no pasamos nada por alto, ocurrirá algo que lo cambiará todo. En ese sentido, creo que comparto con mi generación el sentimiento de que perder el tiempo está prohibido, de que cada minuto cuenta y que todo en nuestra vida (desde ese tuit que se nos ha viralizado un poco hasta el tiempo que pasamos en el váter) se puede —y debe— optimizar. Frente a esto, bajarse del carro y empezar a moverse por la vida sin pensar en sacar el máximo rendimiento a cada cosa que hagamos se siente como una auténtica insolencia: ¿quién se atreve a perder el tiempo? En este paradigma de hiperproductividad, hacer algo por el gusto de hacerlo es una actividad en riesgo de extinción, al tiempo que la libertad de negarse a la posibilidad de obtener algún beneficio de cualquier cosa que hagamos, por mínimo que este sea, se reduce cada vez más. En palabras de Jenny Odell:
En una época de precariedad económica generalizada en la que todos, desde empleados de Amazon hasta estudiantes universitarios, ven que su margen para decir que no se reduce al tiempo que crece la apuesta por seguir la corriente, el espacio creativo para negarse se encuentra amenazado.
—Cómo no hacer nada. Negarse a la economía de la atención. Jenny Odell
Como resultado de todo esto, en las últimas décadas han proliferado cientos de gurús y especialistas en marketing y marca personal expertos en ayudarte a sacar el máximo provecho a tu tiempo. En este ámbito del conocimiento, se insiste en la importancia de encontrar tu nicho, de no diversificar. Para sacar el mayor rendimiento a lo que uno hace, el primer paso es detectar aquello que pueda interpelar a un público y focalizarse únicamente en ello con el objetivo de generar algún tipo de engagement. Para lograr esto, por supuesto, es imprescindible eliminar todas aquellas ramificaciones que se salgan del tiesto, limitar el contenido, segmentar, concretarse. No hay tiempo ni lugar para el descubrimiento, ni para el cambio, ni para la experimentación. Aquello que has decidido que eres debe cristalizarse y permanecer inalterado si realmente quieres optar al éxito. Y, efectivamente, a mí eso me suena a encontrar tu nicho, pero en el sentido más necrológico de la palabra, porque, ¿Qué sentido tiene la vida si esta ya no tiene permiso para afectarnos, si todo debe permanecer exactamente como está, por el bien de la optimización de recursos?
Siguiendo con esta idea, ahora más que nunca la afirmación «sé tú mismo» significa «no cambies nada». El ritmo despiadado de la producción no tiene paciencia para la experimentación, la ambigüedad o el cambio. No quiere ser desafiado. En palabras de Odell, es aquello que quiere que los grupos de música sigan haciendo canciones exactamente iguales a aquel éxito que una vez tuvieron porque, citando a la Rosalía:
La que sale por TV no es la que yo conocí (…)
Tú no has vigilao, se ha ido tu pureza.
Ya no se quién eres.
Ya no sé ni quién eres.
Frente a este tipo de ingenierías existenciales que buscan exprimir el máximo valor de cada minuto de vida y se resisten al cambio, parece un atrevimiento absurdo ponerse a explorar otras formas de expresarse que no estén ligadas a lo que ya estabas haciendo antes y que, por lo tanto, tengan como objetivo optimizar su rendimiento. En ese sentido, los textos que se han estado publicando en este blog durante las últimas semanas son, sin lugar a dudas, auténticos actos de rebeldía. Es plantarle cara a un sistema que dinamita todo atisbo de actividad no productiva, es rebelarse contra la imposición de que cualquier momento que pasemos despiertos debemos dedicarlo a ganarnos la vida. Si el tiempo es oro, dedicarse a ‘pasar el rato’ es el acto de desobediencia más poderoso que se me ocurre.
Con la reactivación de este ilustre espacio, alguien se preguntaba en Tuiter si tiene sentido ponerse a escribir en un blog de videojuegos en el año 2023, y la respuesta está clara: tiene todo el sentido del mundo, porque gracias a actos como este nos hacemos dueños de nuestro tiempo, reivindicamos una existencia válida independientemente de los resultados generados, defendemos una forma de entender la vida en la que la meta más elevada no es otra que la de estar viviendo. Literalmente: dejamos de buscar nuestro propio nicho.
Hay una frase, que leí hace algún tiempo y desde entonces la utilizo bastante:
Cualquier tiempo que inviertas en ti, es tiempo bien invertido.
Es bueno focalizar el tiempo para lograr ciertas metas, pero es igual de bueno dedicarse tiempo a uno mismo, aunque sea estar tumbado en el sofá contando el gotelé del techo
Tal cual. Yo creo que el bombardeo constante de las infinitas posibilidades que hay ahí esperándonos hace que, hagas lo que hagas, sientas que no estás «viviendo la vida plenamente» o que no has focalizado bien y has desperdiciado tus mejores años y chorradas de esas. Yo admito que tengo que hacer un esfuerzo consciente para no dejarme llevar por la angustia de sentir que no he vivido lo suficiente y que tengo que hacer más y más y más
Justo ahora que estoy sin curro ni ganas de buscar por primera vez desde los 17 años esto de poder permitirse perder el tiempo y no sentirse culpable es una novedad para mí y algo que me está costando más de lo que creía. Eso sin contar la presión externa de la gente que te pregunta constantemente que en qué estás INVIRTIENDO el tiempo y que cuando tienes pensado volver a currar porque claro, algo hay que hacer que si no te vas a volver majara.
Así que, un poquito inspirado por este artículo, me voy a pasar la mañana cuidando las plantitas de casa.
Exacto, es que la idea de nuestro valor es en función de cómo invertimos nuestro tiempo nos está consumiendo la existencia. Tenemos super integradas cosas como lo que dices de sentirse culpable o tener que justificarse por «no estar haciendo algo». Es hora de superar ya esto que nos invalida y nos consume, así que dale duro a esas plantitas. Plantitas know better.
Cada uno vive la vida como puede y quiere. Tenemos la manía de compararla con la de los demás, y que la gente de nuestro entorno no hacen más que decirte qué hacer: viaja más, juega menos, sal de fiesta… o todo lo contrario. Las circunstancias de cada uno son distintas.
Peino canas y no es la primera vez que leo un artículo comentando algo similar. Creo que en reflexiones así siempre falta un detalle: el sistema en el que vivimos y lo que nos obliga hacer para vivir en él. Quiero decir, creo que sería muy honesto que al igual que se dice, con demasiada carga épica para mi gusto, voy a apostar por mi, por mi talento y creatividad, se debería acompañar el cómo voy a lograr hacerlo de una manera que me permita vivir en la sociedad en la que vivo. Es decir, cómo voy a financiar semejante apuesta. Creo que tan toxico es plantear la vida buscando la optimización de mi productividad, como abrazar el expresar todo lo que llevo. He visto como gente muy válida se ha destruido a si misma por seguir ese camino. Y es tremendamente doloroso. Y aquellos que lo han conseguido, la gran mayoría, fue gracias al apoyo económico de familia o segundas fuentes de ingresos. Creo que va siendo hora de dejar aparcados tanto la optimización ultra liberal, como los falsos cantos de sirenas positivistas. No me preguntes cuál es la solución pq todavía la estoy buscando.
Mi punto con el texto va más hacia el proteger la práctica de actividades no lucrativas, de las que no se espera nada más que el disfrute de hacerlas y que, en ciertos momentos, podemos percibir como «pérdidas de tiempo». Creo que hemos entrado en un vórtice de hipervigilancia en el que constantemente nos planteamos si merecemos o no ese descanso, si hemos trabajado lo suficientemente duro, si hemos aprovechado lo suficiente el tiempo, y eso es agotador y drenante. No va tanto por dedicarse a tocar la bandurria debajo de un almendro el resto de nuestra vida (algo que solo los ricos pueden hacer) sino por permitirse no estar planificando tu existencia en función de parámetros de optimización. Básicamente, permitirnos ser un poco más libres del sistema capitalista que nos consume el alma. Pero yo qué sé.
Uno de los problemas de la hiperproductividad que hay instaurada en nuestra sociedad es que se tiende a demonizar el tiempo que pasamos haciendo algo aparentemente improductivo, sin pararse a pensar que a veces es necesario para nuestra salud mental, además de que hay veces que paradójicamente tenemos ideas maravillosas gracias a esos ratitos de desconexión. Lo peor es que esa idea está tan arraigada que a veces nos contagiamos de ese sentir y nos sentimos mal con nosotros mismos por estar sin hacer nada aparentemente hasta que por fin caemos en lo pernicioso de tener esos pensamientos
tal cual. Creo que la precarización de nuestra generación nos ha obligado a sentir que no tenemos derecho al tiempo libre, que «si tan mal estamos cómo podemos estar viendo una serie o jugando o escribiendo por gusto cuando deberíamos estar buscando formas de ganar dinero». Parece que disfrutar de un poco de tiempo libre nos quite el derecho a adolecernos de una situación generalizada de precariedad. Además se individualiza mucho el problema (del palo «pues haber estudiao» o «si no tienes curro es que no te has esforzado lo suficiente», que es el tipo de pensamientos que nos acosan cuando «perdemos el tiempo».
Estoy en este texto y no me gusta. La hiperproductividad, la obsesión con estar haciendo siempre algo de provecho, es algo que he tratado en más de una ocasión en terapia y todavía no he conseguido superarlo. Al final acabo trabajando los fines de semana para compensar el resto de días y apenas me permito tiempo de ocio. Y cuando pienso en abrir un blog no puedo evitar darle vueltas a alguna manera de sacarle un beneficio económico.
Es horrible.
Creo que uno de los problemas que más he visto en cine y videojuegos es esto. Hacerlas para conseguir un público mayoritario solo para ser más comercial. Yo entiendo que cuando eres una empresa tienes que venderte algo, aunque no debería ser así pero es el sistema en el que vivimos. Es normal que los desarrolladores quieran hacer cosas distintas y más en un plano creativo. Que imagino que después de hacer «el mismo juego 4» quieran hacer otra cosa aunque no les de un duro. Supongo que hay que hacer malabares entre estos dos. Cada vez voy más a juegos de autor o de nichos muy concretos porque no le meten cosas genéricas y habituales.
Decía Óscar Wilde que no hay que dejar de hacer cosas inútiles. Y esto es importantísimo. El mismo hecho de jugar es «perder el tiempo» (realmente no pero todo lo que no se le saca rédito económico es así).
Viccarius me alegro de verte escribir por aquí. Ojalá se vean más textos y si no no pasa nada.