Volver a casa

Escrito por en Comunicados - 7 agosto, 2023
Andresito thumbs up

Un 12 de junio de 2008, hace la friolera de 15 años, escribí una entrada titulada «De cómo comenzar un blog sobre videojuegos» en este mismo dominio, en esta casa. El Píxel Ilustre siempre ha sido justamente eso: mi casa. También la de muchas otras personas, como Nelson, que fue quien puso la primera piedra, quien me animó a amueblarla, a tratarla con mimo, a sentirme cómodo en su interior, a quererla. O la de John Carca, Marbú, Bruno Louviers, Galious, Afilamazas, Gamboi, Viccarious, Ciro, Hatedpig, Arzakon, Mapashito, postfapshotgun, Ballesteros, Azul Corrosivo, ElRoSSo, HtDreams, NecroDomo, Killy, Carrie Follamonstruos o PabloPein. Todas estas personas, algunas de las cuales siguen presentes en mi vida de una manera muy importante, tendrán siempre abiertas las puertas de esta casa, porque también es suya. Y, por supuesto, también es tuya.

Cuando Nelson y yo comenzamos a escribir sobre videojuegos con un estilo marcadamente macarra y grosero, sin saberlo, estábamos dando el primer paso hacia una radicalidad que, durante años, se convertiría en la seña de identidad de El Píxel Ilustre. De la noche a la mañana y de manera totalmente intencionada nos erigimos como los chicos malos de la blogosfera española, junto a los siempre coloridos señores de Gamesajare, intentando llenar torpemente el vacío imposible de llenar que había dejado Gamerah. El problema, por llamarlo de alguna forma, es que nuestro rupturismo de finales de los 2000s se ha terminado convirtiendo en el estatus quo de principio de los 2020s. Escribir palabrotas en un texto sobre la enésima patochada de EA no escandaliza a nadie —o al menos no debería. Photoshopear memes sobre PC Jesus (o la PC Master Race o cualquiera de sus derivados) es el día a día de Twitter, Reddit y otras redes sociales. Incluso inventar noticias absurdas por clics está a la orden del día. Esto me ha hecho darme cuenta de algo que no debería haber tardado tanto en comprender: los cimientos de El Píxel Ilustre nunca fueron la desfachatez o la chulería, sino la subversión. Y, 15 años después, subvertir es algo totalmente distinto.

Ser subversivo en 2023 es mirar atrás y sentir alivio al ver que la mitad de todo lo que has escrito a lo largo de tu vida te daría vergüenza escribirlo hoy. Y no por la ausencia de comas, por la falta de vocabulario o la excesiva adjetivación, sino porque escribías como un auténtico cretino, sin pensar en el impacto que podían tener tus palabras de mierda. Es un ejercicio duro. No es fácil mirarte al espejo y ver a un cafre imberbe (aún más, quiero decir) diciendo estupideces con las que no estás de acuerdo. Vivir y aprender. Estas situaciones siempre me recuerdan a una vez en la que, a Azul Corrosivo, una de las mujeres más inteligentes a las que he conocido nunca, le echaron en cara tweets antiguos en los que insultaba a otra persona. Su sorprendente respuesta fue agradecer ese recordatorio. Estoy parafraseando, pero si no recuerdo mal vino a darle las gracias por mostrarle cuánto había mejorado como persona desde la publicación de ese tweet. Porque para nosotros subvertir, ser radical, siempre fue ser capaz de cambiar la forma de tus raíces.

Pero ser radical no va solo de darse palmaditas en la espalda porque los años te han hecho menos estúpido. Ser radical en 2023 es permitirte no generar contenido sin parar, porque eres capaz de mirar con perspectiva crítica lo absurdo de una producción desenfrenada. Ser radical en 2023 es hablar y escribir sobre lo que te gusta, no sobre lo «que toca». Ser radical en 2023 es apoyar a tus amigos, dedicarles tiempo, demostrarles amor. Ser radical en 2023 es estar del lado de las personas que luchan desde la disidencia. Sin peros. Sin medias tintas. Ser radical en 2023 es ser feliz e intentar hacer felices a los demás. Y joder, nada de esto es fácil. Por eso mismo es radical. Por eso mismo quiero que, si esta casa vuelve a tener una seña de identidad, sea esta.

Mi casa, la casa de todos los que llenamos estas habitaciones virtuales de innumerables textos y vida, la casa de todos los que veníamos a diario a leer y a comentar, vuelve a abrir sus puertas. No lo hará como antes, eso sí. Nunca volverá a ser como antes y eso es algo bueno. El Píxel Ilustre, con casi toda seguridad, se convertirá en mi lugar seguro, el lugar al que volver para escribir sobre lo que me apetezca, cuando me apetezca y tenga tiempo. Es probable que algún día escriba sobre un roguelike al que le llevo metidas treinta horas y al mes siguiente sobre mi rechazo a comprar videojuegos de Ubisoft. Quién sabe, quizá incluso me arranco a escribir sobre Málagajam, la asociación de videojuegos en la que colaboro; o sobre lo mucho que disfruto el rol de lápiz y papel. Todos, todas y todes podéis entrar. Las llaves están debajo del felpudo y, si por cualquier motivo no las encontráis, no tenéis más que llamar a la puerta. Yo estaré aquí.

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