Rubén, al que por aquí conocéis como Necrodomo, tiene una de mis anécdotas preferidas. A grandes rasgos, al bueno de Rubén se le hizo tarde en el centro de Madrid y perdió la posibilidad de coger el último metro a casa. Pero no estaba dispuesto a pagar un taxi, así que consultó Google Maps y vio que «solo» tendría que caminar dos horas a través de Casa de Campo. No es problema. Al fin y al cabo, si por algo es conocido es por ser un gran aficionado a los paseos. Se adentró de madrugada en la oscuridad, caminando en ocasiones campo a través y embarrándose los zapatos hasta los tobillos, hasta que dio con una suerte de riachuelo fruto de las recientes lluvias. Se remangó un poco los pantalones y cruzó. Tiritando en medio del frío madrileño continuó. Caminó otra media hora y se topó con otro riachuelo, este más ruidoso, más bravo. Tras comprobar el caudal y valorar el peligro que él mismo consideró potencialmente mortal, tomó la difícil decisión de dar media vuelta. Volvió a atravesar el primer riachuelo, caminó otra hora más entre el frío y el barro, volvió a la estación de metro, vio que aun seguían quedando cuatro horas para que abriese y que en seis debía estar trabajando, y terminó pagándose un taxi.
Ese día, Rubén, que no destaca por sus aptitudes físicas pero sí por su buen juicio, evitó quizá no la muerte pero seguro que sí un buen susto. La precariedad mata. Es duro ponerlo por escrito, pero es la verdad. Cada día es posible ver uno y cien ejemplos en tu red social o noticiero de cabecera. Una persona en situación de precariedad tiene muchísimas más papeletas de pasar un mal día, una mala tarde o una mala noche que otra completamente ajena a estas vicisitudes. Y esto es precisamente sobre lo que trata Man I Just Wanna Go Home, un jueguecito muy pequeñito desarrollado por una sola persona, en el que el protagonista simplemente quiere volver a su puñetera casa. Como Rubén. Como montones de personas en situaciones de precariedad que son trituradas a diario.
La historia de Man I Just Wanna Go Home tiene un punto de partida similar a la de Rubén. Aquí asumes el rol de un repartidor sin nombre que, tras una jornada laboral extenuante, es sorprendido por una furiosa tormenta que le empapa los calcetines antes si quiera de poder entrar en una cafetería a guarnecerse. Rubén se negó a pagar ese taxi por principios, pero el repartidor realmente no tiene la pasta para hacerlo. Lo mejor a lo que puede aspirar es a pegarse una buena carrera hasta la estación de metro y rezar por que este resfriado incipiente que está sintiendo no termine de germinar durante el frío trayecto a casa. Pero las cosas nunca son tan sencillas. Y desde el momento en el que entra a Flat, una agradable cafetería regentada por una agradable barista llamada Rita, un auténtico mundo de posibilidades (casi todas mortales) se abrirán ante él.
Buena parte del encanto de Man I Just Wanna Go Home reside en descubrir todos los futuros posibles para el pobre repartidor sin nombre. Se trata de un videojuego corto, al fin y al cabo. El juego cuenta con 13 finales distintos, que es posible explorar en menos de una hora —dependiendo de tu velocidad de lectura, claro. No hay puzles. No hay dificultad. Es una aventura sencilla desarrollada en Ren’Py en la que la única interacción con el propio videojuego consiste en la toma de decisiones. A todos los efectos se trata de una novela visual o un elige tu propia aventura con una estética devastadoramente bonita que, con poco de humor y una inesperada pincelada noir, anima al jugador a probarlo todo.
No quiero ser pesado, pero la verdad es que Man I Just Wanna Go Home también me ha hecho pensar en otro amigo. Pozuelen tiene un relato en el primer libro de Cuadernos de Medusa titulado «Elige tu propio sábado noche». Su relato —como es de esperar por su nombre— también es un pequeño elige tu propia aventura, en este caso en papel, que va sobre un man que sale de fiesta por Madrid después de un tiempo sin poder hacerlo. Y supongo que no he podido evitar acordarme de este relato por lo disparatadas de algunas de sus situaciones, todas ellos dentro de un contexto firmemente anclado en la realidad. Y eso también es parte del encanto de la obra de JZPS Games. Sí, pasan movidas locas de película, pero todo suena muy cerca.
Man I Just Wanna Go Home es uno de esos videojuegos que me hacen querer escribir y que, espero, siempre me harán querer seguir escribiendo. Es una experiencia evocadora, por si no había quedado claro por mis anécdotas de abuelo cebolleta. Es un trabajo pequeño e íntimo, que intenta contar algo y, en última instancia, creo que lo consigue. Algo importante, además. La precariedad no es solo vivir en la calle dentro de una caja de cartón. Eso es un ejemplo extremo. La precariedad es esperar 20 minutos todos los días para coger el autobús, es mojarse cuando llueve, es no dormir bien, es tener un trabajo que te daña activamente, es terminar un día pensando: joder, solo quiero volver a casa.
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