The Last Door

Escrito por en Análisis - 26 diciembre, 2024

Hace décadas, en plural, que juego al rol de forma habitual. Como muchas personas aquí en España empecé con Vampiro: la Mascarada, Dungeons & Dragons o La leyenda de los 5 anillos. No fue hasta varios años después, ya con los Reinos Olvidados y el rollito gótico-punk completamente quemado por el exceso, que descubrí La llamada de Cthulhu. Y cuando esto ocurrió supe que había encontrado mi ambientación preferida. Desde entonces he dirigido cientos de sesiones y docenas de campañas, a lo largo de las diferentes ediciones del mismo juego. Quizá este sea el motivo por el que, cuando veo una obra que trata con tanto mimo, tanto cuidado y tanto acierto este tipo de ambientación, me conmuevo. Especialmente cuando la etiqueta «lovecraftiano» de Steam se parece cada vez más a un cajón de sastre para todo tipo de terror psicológico o tentacular.

The Last Door es una aventura gráfica de corte tradicional inspirada clarísimamente en la obra de Lovecraft y Poe, pero también con fuertes influencias de Maupassant o Chambers. Es una obra que, en lugar de colocar el busto de Cthulhu sobre el escritorio de uno de los personajes y poner a un cuervo mirándote desde el mismísimo busto, intenta entender por qué todo esto puede resultar terrorífico. Y lo hace. El respeto y el cariño con el que sus autores —los sevillanos de The Game Kitchen— han intentado adaptar algunos de los temas más habituales dentro de la literatura de terror es más que evidente: es jugable.

Lo que más me fascina de haber jugado a The Last Door en pleno 2024, no obstante, no es tanto constatar las influencias de la literatura clásica en el juego, sino ver cómo una de mis campañas de rol preferidas de los últimos años, Impossible Landscapes para Delta Green, bebe a nivel estético y conceptual de la obra de The Game Kitchen. Quizá solo sea coincidencia. Quizá sea que, como se suele decir, «great minds think alike» y al final todas las personas que quieren crear algo interesante dentro de este género tienen que ir a beber a la misma fuente. El caso es que, mientras jugaba, no podía evitar acordarme de mis campañas de rol.

Con las aventuras gráficas de point and click, las de toda la vida, ocurre algo de lo que solo te percatas cuando, además de a las buenas, juegas a las malas. Ese algo es que hacer puzles inteligentes y coherentes no es fácil. El ejemplo más infame de esto lo tenemos en el mítico puzle del bigote de pelo de gato de Gabriel Knight 3, que tiene hasta su propia entrada de Wikipedia. Este es el más infame, pero no es el único. Salvo los mejores, casi todos los títulos del género tienen unos cuantos puzles de lógica cuestionable, capaces de sacar de quicio al más espabilado. The Last Door entra dentro de esta categoría.

De verdad que es una auténtica gozada toparse con una aventura gráfica que no intenta reinventar la rueda con puzles disparatados y que no le tiene miedo a presentar acertijos relativamente sencillos. El objetivo de los puzles dentro del género es construir momentos de eureka para el jugador. Y si estos momentos hacen avanzar la historia de una manera más o menos orgánica, pues mejor que mejor. En The Last Door casi todos los puzles resultan intuitivos, sin ser excesivamente fáciles. En este sentido, creo que es un juego que no solo trata su fuente de inspiración con respeto, sino también al propio jugador.

Otro gran acierto de The Last Door es su apartado visual. Estoy seguro de que algo de necesidad hay en la elección de este estilo pixelado que deja tantísimo a la imaginación. Pero no es casual. La narrativa gótica se caracteriza por el miedo, lo sobrenatural, lo desconocido. Y cuanto más trabaje nuestra mente y menos el propio videojuego, más miedo es capaz de transmitir. Es así como, The Game Kitchen, consigue crear una atmósfera tan opresiva, tan oscura y tan aterradora con tan pocos píxeles. Con un presupuesto de cien millones probablemente habrían intentado hacer algo mucho más espectacular, pero dudo que lo hubiesen conseguido.

The Last Door es, con muy poco atisbo de duda, la mejor aventura gráfica que se ha desarrollado nunca en España. Es al mismo tiempo una carta de amor a los clásicos del terror gótico y un point and click tremendamente sólido. Sé que llego más de una década tarde y, no lo voy a negar, esto me entristece un poco. Pero también me da una alegría enorme saber que sobre esta primera piedra que fue The Last Door se ha levantado el que hoy por hoy —2024 entrando a 2025— es uno de los estudios españoles de videojuegos más prestigiosos del mundo.

man i just wanna go home

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